Sentada, pensando y recordando todo lo que viví y que hoy ya no está en las páginas diarias de mi vida… Caminando en la vida sin cesar, intentando recordar un cachito de lo que fui y de lo en este presente soy. No es tristeza lo que está en mi cabeza, ni estés, nada por el estilo, sólo sé que deseo continuar aquí donde estoy parada, sosteniendo mis pies sobre la tierra, demostrándome que aún tengo un largo camino por recorrer en este largo trayecto, para poder alcanzar todo lo que deseo, sin desesperar…

Los caminos de la vida, son sólo para fortalecerme, saber hasta dónde puedo llegar… ¡Y dónde debo decir basta! Prefiero pensar que ese día de rendirme y decir basta, jamás llegará, prefiero caminar, hasta que mis pies sangren de tanto recorrido… Pero nunca desistir; no viendo hacia atrás, pero sin olvidar lo que fui y lo que tengo… Porque sin duda no soy ni un cachito de lo que antes era, ahora soy una persona consciente de lo que hace, una persona que intenta cambiar cual cosa le inquiete y le angustie.

Aunque a veces la tristeza no se puede evitar, pero esa es una forma de sentir que aún sigo viva, que puedo sentir, y me hace pensar que estoy más viva que ningún otro día…

Colaboración de Evelin RG.

GENTE VALIOSA

Hoy me ha ayudado a sentir “quién” es realmente la gente valiosa Viktor Frankl, este doctor en medicina que sobrevivió a la experiencia de cuatro campos de concentración nazis. Sus padres, esposa y familiares fallecieron en el Holocausto. Su obra es revolucionaria porque se sumerge en la esencia del sufrimiento humano llevado al límite. Toda su terapia, su obra, su manera de actuar se caracteriza por un mensaje extraordinariamente positivo sobre nuestra capacidad de superar adversidades y vivir nuestra vida con sentido, no solo para nosotros sino para los demás.
La gente valiosa en la que pienso se la siente, se la nota, se la percibe, porque donde están da vida, ánimo, transmiten un mensaje positivo, saben enfrentarse a su verdad, viven la gratitud y la responsabilidad, y se asientan sobre fundamentos en los que se puede construir. Realmente, en el encuentro con personas así, uno descubre la riqueza de la condición humana, su capacidad de respuesta, lo que realmente es el respeto, esa sensación de lo sagrado, inabordable, que rodea la experiencia de la vida.

Todo esto es imposible sin Dios. Sin Dios, un Dios personal que nos ama, que nos hace semejantes a El, tarde o temprano se deteriora y se prostituye la condición humana. Porque lo que realmente impone respeto es la persona, la obra humana. La persona es realmente valiosa porque es obra de Dios, porque somos valiosos para Dios, porque nacemos siendo hijos y hermanos. Pero si no ¿dónde se fundamenta la dignidad, la libertad, la responsabilidad? ¿En nombre de qué y de quién la grandeza de la condición humana?. Todos necesitamos ser personas “valiosas”, sentirnos “valiosos”, personas que viven lo que dicen y dicen lo que piensan, que no se dejan llevar por estas ideologías orientadas a un reduccionismo, a un utilitarismo, a una búsqueda desenfrenada del placer y del poder, que no se atemorizan ante los etiquetas que se reparten por querer lo bueno, hablar de lo bueno, por creer en la verdad, por anhelarla y buscarla. . Personas que sienten un respeto sagrado ante la vida, que aman tanto “la vida” que no pueden menos de transmitirlo. Sin sentido de trascendencia todo esto es imposible vivirlo. Todos tenemos un deseo arraigado orientado hacia una relación con el Creador y Dador de vida. Es evidente que nuestra respuesta a la gran cuestión de Dios tiene profundas implicaciones en nuestra vida. Podemos ignorar, pero no podemos esquivar en sitio alguno, la presencia de Dios. El mundo está lleno de El. Camina a todas partes de “incógnito”, y el “incógnito” no es siempre fácil de comprender. La verdadera tarea es recodar, prestar atención. Estar despierto efectivamente. Más aún: mantenerse despierto. (C. S. Lewis)

Y necesitamos personas que son valiosas por como viven su sentido de la vida. Es una pena ver en el ser humano, dice Viktor Frankl, un potencial agresivo que llevar a la práctica, en sus distintas tendencias. Los seres humanos somos capaces de superarnos, de entregarnos, sacrificarnos por el otro, del sentir “el tu”, el “nosotros”. De nosotros depende no ser victimas de las circunstancias sociales o biológicas. Como humanos, no somos sólo vehículos, por ejemplo, de energía sexual, sino capaces de abnegación. La promiscuidad que se está dando en la sociedad es para él resultado de una regresión. ¡Qué lástima como viven ya desde niños su sexualidad, su libertad, el desconocimiento de su responsabilidad, de que somos consecuencia de lo que vamos haciendo nuestro. La madurez humana en la sexualidad es un encuentro en cuyo marco cada uno de los miembros es comprendido en toda su humanidad, individualidad y unicidad por el otro. Sólo así el encuentro se convierte en relación de amor. Todo requiere una madurez.

La sexualidad humana es más que pura sexualidad por eso se pone al servicio del hombre y se convierte en un medio que expresa el encuentro con el otro. El ser humano está ahí para superarse a sí mismo, para hacer caso omiso de si mismo en la medida en que se entrega. Esto es lo que él entiende por autotrascendencia. Sólo en ella se vuelve el ser humano verdaderamente humano. Son muy gráficos los ejemplos que pone. La capacidad de ver o percibir ópticamente el mundo que nos rodea se basa, curiosa pero innegablemente, en el hecho de que el ojo no se ve a sí mismo, ni a ninguna parte de sí mismo. Si se padece alguna enfermedad que nos afecte a la visión, entonces es cuando sentimos nuestros ojos. Cuánto más deja de verse el ojo más sanamente funciona. Igual ocurre con el ser humano. ¿Cuándo un niño es completamente el mismo? Cuando se olvida de sí, cuando está entregado a su juego. Es entonces cuando hay que hacerle una fotografía, no cuando se pone en pose pensando en el botón de la cámara que se va a disparar. Apliquémoslo en nuestra vida.

Estamos viviendo una época de una valoración errónea de lo humano en la persona, es decir, una imagen falsa del ser humano, que va empeorando en vez de mejorar. No se pone ante el hombre lo positivo que le hace ser el mismo. La educación debería impulsar en los jóvenes un proceso de descubrimiento del sentido. El sentido no puede ser dado hay que descubrirlo. El ser humano no es producto de la herencia, del medio ambiente, ni de ningún otro condicionante. El ser humano, no es un “mono desnudo”, ni una computadora, ni un juguete de sus impulsos, un mero producto de relaciones de producción, o resultado de procesos de aprendizaje. Somos seres libres y responsables que damos nuestras propias respuestas. En la medida en que el ser humano capta los límites de sus propias posibilidades, empuja estos límites a cada paso que avanza, haciéndolo recular, como el horizonte. ¿Sabe el ser humano cuanta es su capacidad de entrega, generosidad, superación? ¿Sabe cuánto amor es capaz de dar y recibir? Las personas realmente valiosas, sí. Yo las conozco.